Es muy difícil encontrar una definición precisa de cultura, sino que solo se la encuentra en algunos casos, ya que se pueden tomar como un comienzo para cuestiones cuyo tratamiento, no necesita ser tan tematizado. Si de lo que tratamos es de comprender que es cultura, si es el centro del problema, las definiciones son inútiles y solo posibles como caricaturas de aquellos que las definen.
En el texto de Malena Lasala , “La Razón Científica, su texto y su Contexto”, en una de las citas que realiza de Nelly Schnaith va a definir el uso de la palabra cultura “...el uso de la palabra ‘cultura’ adolece en general, de una imprecisión avalada por la misma amplitud del concepto, origen de una polisemia que ha imposibilitado cualquier intento de definición unívoca...”.
Por eso es necesario un punto de vista para elegir el concepto de cultura, un enfoque que haga mas entendible y mas abarcadora, sin caer en el vacío de una abstracción, sin que se pierda el sentido del concepto.
Es por eso que para ello, siguiendo a Lasala, debemos ver como lo entienden otros autores a la cultura, usando como eje la concepción de Schnaith: “...en primer lugar debemos definir dos elementos básicos en el concepto de cultura, la primera, es la distinción clásica entre naturaleza y cultura; pero para eso ¿cómo es que el hombre siendo naturaleza, realiza el pasaje a la cultura, como cosa no cumplida por las otras especies animales?...”
Mas que nada debemos entender en primer lugar, que el hombre es originalmente cultura. No existe tal paso de la naturaleza a la cultura, por que no existe un estadio previo de pura naturaleza desde donde se partiría a la cultura. No se podría hablar de “hombre natural”, por que el “hombre” es “siempre” ya “cultura”.
La segunda distinción que se debería de tener en cuenta, es que cada cultura es un sistema en el que cada elemento remite a una totalidad que, aunque atravesada de contradicciones, luchas y conflictos, posee una unidad interna de sentido “... cuando Marcuse, por ejemplo, se refiere a ese ‘mundo’ que el individuo encuentra frente a sí y que, a la vez, estructura toda existencia individual, la palabra ‘mundo’ no se refiere a una metáfora...”.
Es así como “mundo”, configura al individuo tan íntimamente que es lo que hace que cada objeto o elemento de ese mundo, tenga sentido para el. De esta manera, llevar los elementos de una cultura a otra, hace que pierda el sentido, y así no pueda integrarse a la experiencia, “... es y sigue siendo así, cualquiera sea la forma en que se entienda esa totalidad: así se la capte desde los valores, creencias y metas expresadas de una sociedad, desde las convenciones inconscientes, que constituyen el código de su cultura, o del conjunto de sus producciones. Dicho en términos tomados por Heidegger, cada sistema cultural es una totalidad con una unidad de sentido por que constituye una forma del hombre de ser – en – mundo...”.
La distinción entre cultura y naturaleza.
Siguiendo con las diferentes concepciones de cultura, ahora vamos a ver, el papel de la naturaleza en el hombre, como una parte, una instancia “interior” a la cultura, “...la cultura no es simplemente imitación de la naturaleza, sino un proceso de construcción de una forma humana total, mediante elementos de la naturaleza, y depende de aquella fuerza que hemos llamado ‘deseo’. El deseo de alimento y de casa no se apaga con las raíces y las cavernas; produce esas formas humanas de naturaleza que llamamos cultivos y arquitecturas. El deseo no es por tanto una simple respuesta a la carencia, ni deseo de algo particular (...), es una fuerza que guía a la sociedad humana en el desarrollo de su forma peculiar (...). La forma del deseo es liberada y vuelta manifiesta por la cultura...” .
Si seguimos leyendo a Lasala , en una de las citas que hace de Nelly Schnaith , nos va a decir que cuando intenta diferenciar la naturaleza, de la cultura, se le presenta la problemática de diferenciarlas. Y solamente al plantearse el pasaje desde una a otra, se tiende a “...impostas tal acceso en un esquema que induce a confusión, resabio de una herencia ideológica que todavía nos marca con su sello poderoso desde el S. XVII. Tendemos a suponer un estado de naturaleza, previo al ‘estado de sociedad’ (...), nos cuesta comprender que el pasaje no es un hecho relegado a algún comienzo mítico, sino un dilema siempre actual (...), que la cultura, orden de lo simbólico, no es un avatar del hombre natural, por el contrario, la naturaleza, en el ser humano, es un modo de ser de su propia cultura, o de su estadio cultural. La naturaleza no es una dimensión que la cultura ha dejado atrás, sino una instancia interior a la cultura misma y, bajo ese aspecto, la experimentamos y la pensamos, como uno de los objetos culturales...”.
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